Blogia

Apologetica Cristiana

¿Es lícito Orar a Jesucristo?

por Juan Valles

Una de las razones para entender la absoluta Divinidad de Jesucristo y su consecuente igualdad con el Padre es mediante la observancia de la oración.

A través de los siglos los seres humanos han levantado su corazón y elevado su deseo más allá de lo imaginable, poniendo sus planes y deseos más profundos en las manos de Dios. Con razón el salmista declara: “Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado…” (Sal 3:6) Y el apóstol nos dice: “Orad sin cesar” (1Ts 5:17).

Pero uno de los hechos más destacables de la Escritura es ver cómo Jesús recibe y prospera nuestras oraciones. Sin duda habrá quien no crea en ello, y aun quien discrepe de esta práctica, pero a razón de que las oraciones van dirigidas a Dios, y Jesucristo no es sino el Dios y Señor de los cristianos, ¿qué problema puede haber?

En el libro de los hechos capítulo 7, verso 59, hallamos la primera oración hecha a Jesucristo. En una escena única vemos a Esteban, el primer mártir cristiano elevando sus más preciados deseos a la disposición de su Fiel Cumplidor, y ante el desprecio y el martirio padecido, podemos contemplar su grandiosa petición: “Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu.”

Fíjese que Esteban no está pidiendo cualquier cosa. Cuando Jesús, en su condición humana, moría sobre la cruz, oró al Padre diciendo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” (Lc 23:46). Pero este tipo de peticiones no se hacen a cualquiera. Si no se tiene la clara convicción de que el receptor de la oración será quien ejecute la obra, entonces no se hace, y Esteban la hizo directamente a Jesús. Sin duda, esto es terreno santo para los sectarios y herejes quienes deben pasar descalzos sobre este tema.

Más adentrados en la historia de la iglesia cristiana, encontramos a Ananías, un siervo del Señor a quien el mismo Jesucristo se le aparece, y le dice: “Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. 11Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso…” (Hch 9:10,11). La respuesta de Ananías es fascinante: “Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre.” (v.13,14)

¿Nota Usted lo que dijo Ananías? Léalo de nuevo: “…para prender a todos los que invocan tu nombre.” ¡Los que invocan a Jesucristo! Este texto nos revela que los primeros cristianos invocaban el nombre de Jesucristo!

Buscando una definición para el término invocar, un conocido diccionario bíblico agrega lo siguiente:

“Acción de clamar a Dios reconociendo sus atributos de perfección. La primera vez que aparece este término en la Biblia es en Gn 4.26, y significa que las personas buscaron la protección divina porque conocían el nombre, es decir, el carácter de Dios. En el Nuevo Testamento se invoca a Jesucristo, reconociéndolo como Salvador y Señor (Ro 10.13).” [1]

Hay unos textos que tienen que ver mucho con esto de invocar, y que expresan la igualdad existente entre el Padre y el Hijo (Jesucristo). El profeta Joel establece: “Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo…” (Jl 2:3). Esto es muy cierto, pues Jehová es el Dios Eterno que promete salvarnos de cuanto peligro nos circunde, como lo dice todo el Antiguo Testamento. Pero lo que sorprende no es eso, sino que Pablo, a sabiendas de la igualdad entre el Jehová del Antiguo Testamento y Jesucristo, nos agrega: “porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo…” (Ro 10:13) y esto lo dice en alusión a Jesucristo, de quien viene hablando en su carta. ¿Se habrá equivocado Pablo? ¿Estaría inventando una nueva doctrina? Hay quienes alegan que Pablo no quiso decir eso, pues Jesús claramente enseñó que oráramos “Padre nuestro que estás en los cielos…”. Entonces, de ser así, Pablo debió estar en un error. ¿Habrá posibilidad de eso? ¿sería un error del traductor? Si revisamos un poquito, podemos ver que Pablo sabía lo que decía: “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.” (2Tim 2:19) Ahora, llegando a considerar que Pablo se equivocó, también Pedro lo hizo, pues en la primera predicación de Pedro, él mismo citó el texto de Joel diciendo: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo…” (Hch 2:21), y la alusión la hace a Jesucristo, a quien unos versos más adelante lo identifica como el Señor de esa profecía!

Obviamente los discípulos obedecían al Señor Jesús que dijo: “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré…” (Jn 14:14) en clara alusión a que pidiéramos directamente a Él, pues Él mismo prosperará nuestra petición…

Entonces, ¿a quién invoca usted…?

 

Este artículo está disponible en EDF APOLOGETICA

La Igualdad entre el Padre y el Hijo de Dios I

Una de las doctrinas más atacadas en la Biblia es la concerniente a la Deidad de Jesús. En la teología de las sectas, Jesús no es igual a Dios, es impensable incluso reflexionar en cuanto a eso porque no tiene cabida en lo absoluto. Hay quienes han mostrado algo más de flexibilidad en el asunto y, a pesar de creer que Jesús es Dios, concluyen con una explícita nota: “pero no tan Dios como el Padre”.

Entonces así reducen a Jesucristo: unos de manera total a parte de la creación; otros como un dios inferior, pudiendo ser Dios pero no Dios absoluto sino relegado a inferioridad delante del Padre.

A través de este estudio veremos la falsedad de estas ideas, y lo que quiere expresar la Biblia con respecto a esto.

 Juan 1:1

“En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios; y el Verbo era Dios”

 Este es el verso que inicia el evangelio de Juan, y con él, una aventura teológica indescriptible y poderosa.

 Primeramente se nos dice que en el principio era el Verbo. La expresión griega “en arche en ho logos” significa primordialmente que antes del principio de todas las cosas ya el Verbo existía. Robertson cita a Wescott y dice:

“Wescott señala aquí que Juan lleva nuestros pensamientos más allá del comienzo de la creación en el tiempo hasta la eternidad.” [1]

 

Esto va en total armonía con el libro de Miqueas que nos dice que el Mesías nacería en Belén, pero cuyos orígenes son “desde los días de la eternidad” (ver Miqueas 5:2).

La segunda parte de este verso uno de Juan nos dice que el Verbo estaba con Dios. Esta oración es por demás interesante, ya que el texto griego no dice simplemente que el Vero estaba con Dios, sino que siempre ha estado. La preposición que Juan usa aquí no significa “estar al lado” ni “con”, sino estar íntimamente cara a cara sugiriendo co-igualdad. Robertson lo explica de la siguiente manera:

“Aunque existiendo eternamente con Dios, el Logos estaba en perfecta comunión con Dios. Pros con el acusativo presenta un plano de igualdad e intimidad, cara a cara mutuamente. En Jn. 2:1 tenemos un uso parecido de pros: “Tenemos un paracleto con el Padre” (paraklëton echomen pros ton patera).” [2]

 

Entonces en Juan tenemos la quintaesencia del asunto: El verbo que estaba en la eternidad con Dios es igual a Dios, al estar cara a cara, íntimamente, comunicando eternamente la Deidad.

Y por último se nos dice que el Verbo era Dios. Entonces, si el Verbo era Dios, ¿Cuál es el problema de que sea igual a Dios? En esta tercera parte del verso 1 hay quienes tienen serias dificultades por hallar la verdad, debido a erróneas ideas arrianas que intentan desvirtuar la identidad del Verbo encarnado. El original griego dice “kai Theos en ho Logos: «y Dios era el Verbo”, es decir, “Y Dios era el Verbo”.

 Recordemos que hay grupos religiosos que han atendido a doctrinas de demonios, y han negado al Señor de la Creación. Unos hacen del Creador una cosa creada, mientras que otros intentan despojarlo de su señorío absoluto.  Todo debido a que aquí en Juan 1:1 no se le llama “el Dios” (así, con artículo determinado). Para entender un poco esto, es necesario conocer que en el idioma griego los nombres, casi siempre, van antecedidos del artículo, y si tal artículo no está, entonces podemos estar ante la presencia de un adjetivo. Entonces hallamos que en el griego dice: “kai Theos en ho Logos”, diciendo textualmente: “y Dios era al Verbo”. Fíjese que “Dios” no lleva el artículo delante, y por eso se ha querido pensar (erróneamente, por supuesto) que se trata de un Dios inferior. Pero eso no es lo que intenta decir el texto. Barclay nos ilustra aquí y comenta:

“Cuando no se usa el artículo determinado con un nombre, ese nombre se usa como adjetivo. Juan no dijo que la Palabra era ho Theós, lo que habría querido decir que la Palabra era el mismo que Dios. Dijo que la Palabra era Theós –sin artículo definido-, lo que quiere decir que la Palabra era, podríamos decir, del mismo carácter y cualidad y esencia y ser que Dios… no estaba diciendo que la Palabra es el mismo que Dios, sino que es lo mismo que Dios” [3]

 Por si queda duda, el comentario de Vine es también de mucha valía:

Hay, naturalmente, excepciones a ello, como cuando la ausencia del artículo sirve para acentuar o para precisar, el carácter o la naturaleza de lo que se expresa en el nombre. Un caso notable de ello se halla en Jn 1.1, «y el Verbo era Dios»; habiendo aquí un doble énfasis sobre theos, por la ausencia del artículo y por la posición enfática en la estructura de la oración. Traducirlo literalmente como «un dios era el Verbo» es totalmente engañoso. Además, el hecho de que «el Verbo» es el sujeto de la oración ejemplifica la norma de que el sujeto debe ser determinado por su posesión de artículo cuando el predicado carece de él. En Ro 7.22, en la frase «la ley de Dios», ambos nombres tienen el artículo; en el v. 25, ninguno de ellos lo tiene. Esto está de acuerdo con una norma general de que si hay dos nombres unidos por el caso genitivo (el caso posesivo, «de»), o bien ambos nombres poseen el artículo, o ambos carecen de él. Aquí, en el primer caso, ambos nombres, «Dios» y «la ley», son definidos, en tanto que en el v. 25 la palabra «Dios» no es simplemente titular, destacando la ausencia del artículo su carácter de dador de la Ley.

Allí donde se aplican dos o más calificativos a la misma persona o cosa, por lo general un artículo sirve para los dos (siendo la excepción cuando un segundo artículo destaca diferentes aspectos de la misma persona o sujeto; p.ej., Ap 1.17). En Tit 2.13 se traduce correctamente «gran Dios y Salvador Jesucristo». Moulton (Prol., p. 84) muestra, a base de escritos en papiros de la temprana era cristiana, que entre los cristianos de habla helénica esta era una «fórmula corriente» aplicada a Cristo. Igualmente sucede en 2 P 1.1 (cf. 1.11; 3.18). [4]

 No hay posibilidad de error aquí. O Jesús es Dios absoluto como el Padre; o simplemente no lo es. La evidencia está puesta sobre la mesa: y a usted le toca decidir…

           Si desea una más detallada información sobre este tema, ver aquí:

 

Juan 5:17,18

"Jesús les respondió: -Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aun más intentaban matarlo, porque no solo quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios."

El pasaje de Juan 5:17,18 constituye un claro y poderoso mensaje apologético a favor de la absoluta Deidad de Cristo y su consecuente igualdad con el Padre, Jehová de los Ejércitos. En esta ocasión podemos ver al señor presentando sus argumentos acerca de la sanidad que había hecho a un joven en día sábado, pero lo que establece es más de lo que ellos pedían, no unas meras explicaciones sino su inquebrantable igualdad, más allá de los planteamientos de sectas y herejías Jesús pone de manifiesto su relación única con el Padre. El texto dice:

"Jesús les respondió: -Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aun más intentaban matarlo, porque no solo quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios. 

En el verso 18 la expresión de más relevancia es la razón por la cual los judíos querían matar a Jesús: "sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios." La relación Padre - Hijo va mucho más allá de lo que dicen las sectas. Los judíos que escucharon a Jesús decir que Dios era Su padre entendieron lo que significaba eso: que Jesús es Dios y por consiguiente es igual a Dios. La expresión "haciéndose igual a Dios" es el griego "ison heauton poiön töi theöi".

Actualmente hay quienes dicen que el Hijo fue creado por el Padre, y de allí que se le llame "Hijo". Y hay también quienes intentan engañar enseñando que Jesús es Dios, pero inferior al Padre, y nunca, en ningún momento, dijo que era "igual" a Dios. Pero basta con mirar el verso 17 de este pasaje, y luego observar la reacción de los judíos y la razón de ello narrada por Juan. Jesús simplemente dijo que así como Dios trabaja, Él (Jesús), por ser el Hijo del Padre, también lo hace. Esto encendió la ira de los judíos, y Juan nos cuenta que el significado de la relación entre Jesús y el Padre es sinónimo de igualdad.

Algunos herejes han intentado dar respuesta a este hecho de manera infructuosa, tratando de sostener que Jesús nunca dijo que fuera igual al Padre, y todo, en este caso, sólo se reduce a la interpretación de Juan. ¿Qué hay de cierto en esto? Veamos:

No es un secreto la tremenda relevancia de compararse con el Todopoderoso en una cultura extremadamente celosa y monoteísta como la de los judíos de aquella época. Aunque Dios descansó al séptimo día de Su creación, no obstante sus obras de justicia, perdón, misericordia, fidelidad, etc., continuaron sin descanso. Jesús declaró que así como el Padre hace todo lo que hace, con su Poder, su omnipresencia, su Deidad y soberanía sobre todas las cosas, Él (Jesús) también.

A.T. Robertson, el erudito mejor informado sobre el griego de la Biblia, comenta este hecho y nos informa que "los judíos entendieron a Jesús reivindicando su igualdad con el Padre en naturaleza, privilegio y poder, como también en 10:33; 19:7:" [5]

Los judíos intentaron tomar justicia por sus manos a razón de lo que consideraban una blasfemia. No hay posibilidad alguna, en este texto, de que Jesús haya querido decir otra cosa. Jesús se comparó con el Padre de una forma inequívoca con relación a algo cuya competencia era exclusiva del Padre; así que los judíos entendieron el claro mensaje. Jesús no intentó retractarse de lo que dijo, ni arrepentirse ni volverse atrás. En ningún momento pretendió afirmar que se equivocó, o que su igualdad con respecto al Padre era realmente algo sin importancia, sino que lo recalcó y lo enfatizó. A este respecto también se refiere A.T Robertson cuando añade que "si los judíos mal interpretaron a Jesús acerca de esta cuestión, tenía la vía abierta con toda facilidad para negar tal sentido y eliminar todo equívoco. Esto es precisamente lo que no hace. Al contrario, lo que sí hace es presentar una poderosa apologética en defensa de su afirmación de igualdad con el Padre" [6]

Fueron repetidas las veces en que Jesús recalcó su relación Única con su Padre a partir del verso 18 hasta el 47, evidenciando con esto no sólo su particular filiación divina, sino su absoluta Deidad e igualdad con el Padre. Un resumen de éstos sería:

- "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo..." (v.18)

- "De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre." (v.19)

- "Todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente..." (v.19)

- "Como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida..." (v.21)

- "... para que todos honren al Hijo como honran al Padre." (v.23)

- "El que no honra al Hijo no honra al Padre, que lo envió. " (v.23)

- "El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna" (v.24)

En consideración de lo antes expuesto, debemos notar que Jesús reclama igualdad con el Padre, y en resumen podemos citar: desde el verso 17 al 21 enfatiza la igualdad en obras; el verso en cuanto al juicio, y el verso 23 sobre el honor. Para un judio estas expresiones no eran sino reclamaciones de igualdad con el Topoderoso, las cuales consideraron por blasfemia. Josh Mc Dowell el famoso apologista, agrega:

“En los repetidos usos del término “Hijo” en yuxtaposición con “el Padre”, existe una declaración explícita de su afirmación de igualdad con el Padre y se formula la verdad de la Trinidad.” [7]

Y no es de maravillarse que Cristo diga hacer todo lo que hace el Padre, y si hace todo lo que hace el Padre entonces es porque es omnisciente (Jn 16:30; Ap 1:8), omnipresente (Mt 18:20; 28:20), omnipotente (Mat 28:18; Ap 1:8) y, como el Padre, inmutable (Heb 13:8). Esto no deja de ser una gran verdad. Y todos los intentos de las sectas al tratar de confundir torciendo la Escritura, han caído al vacío. Cristo no pretendió sino exponer su absoluta Deidad.

 La palabra que se traduce como "igual" en el verso 18, es la misma que Pablo usó en filipenses 2:6 para referirse a la igualdad del Logos preencarnado con el Padre. Vine, en su diccionario sobre términos del Nuevo Testamento, define este término y añade que significa

 

"el mismo en tamaño, cantidad, calidad, etc. Se traduce “igual/es” en Mat 20:12; Jn 5:18; Fil 2:6; Apo 21:16: En la cita de Fil 2:6 el término se halla en plural neutro, lit.: “igualdades”; en las versiones castellanas se traduce “ser igual a Dios”. Esta traducción está evidentemente condicionada por la Vulgata Latina. Parece debida al hecho de que en latín no había una manera adecuada de representar la forma y significado precisos del griego. El plural neutro aquí denota los varios modos o estados en que le era posible para la naturaleza de la Deidad existir y manifestarse como divina (cf. The Incarnation, de Gifford, p. 20)." [8]

 En otro comentario de Robertson, añade:

 “Bernard cree que Jesús no reivindicaría ser isos theoi debido a que en Jn 14:28 él dice: “el Padre es mayor que yo”. Y, sin embargo, en 14:7 dice que quien le ha visto a él ve en él al Padre”. [9]  

Y así como Bernard, hay quien todavía es libre para creer que Jesús nunca dijo ser igual a Dios, pero lo hace sin apoyo alguno de la Escritura, ajeno a la verdad de Dios. La evidencia está toda a favor de la deidad del Hijo de Dios.

 

Juan 5:23

"para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre, que lo envió."

Una de las veces que Jesús se "puso a la par" con el Padre ocurre en Juan 5:23 donde exige que se le dé el mismo trato y aprecio que al Padre. Para las sectas arrianas esto obviamente está en desacuerdo con sus ideas, de modo que alegan que "honrar" es algo sin importancia, un acto que no puede en ningún caso expresar igualdad entre el Padre y el Hijo.

Pero para Jesús significa mucho más que eso, pues todo el contexto es un clara defensa del Señor hacia su absoluta Deidad e igualdad con el Padre, tal como se observa desde el verso 17 hasta el 47. La palabra usada y vertida como honrar es el griego "timao", que significa "poner precio a algo", "apreciar". Entonces podemos ver al Señor exigiendo, no el mismo nivel de respeto, sino el mismo valor que el tiene el Padre para con la humanidad. Es como si dijera: "el mismo significado que tiene el Padre para ti, es el mismo que debo tener yo. Si al Padre has dado un nivel de importancia, ese mismo nivel has de darme a mí, pues yo tengo el mismo peso y precio que el Padre; de lo contrario no tendrás el favor del Padre". Podemos ver la claridad con que Jesús habla, y de la forma en que lo viene haciendo desde el verso 17 no cabe duda de que reclama igualdad con el Padre, en todos los aspectos, primero destacando que hace las mismas cosas que el Padre (cosas que los judíos creían exclusivas del Padre) para ponerse en perfecta igualdad con el Dios de los judíos; y luego reclamando el mismo trato que se merece el Padre. ¿Se parece esto a las ideas arrianas y unitarias de algunas sectas? Por supuesto que no. Robertson destaca que “Jesús reclama aquí el mismo derecho de recibir adoración de parte de los hombres que el que tiene el Padre. Deshonrar a Jesús es deshonrar al Padre…” [10] A través de herejías se intenta dar otro sentido a estos pasajes que son tan claros como el agua. Y más allá de todo esto resuenan las palabras de nuestro Señor: El que no honra al Hijo no honra al Padre, que lo envió..."

 



Bibiliografía Consultada


[1] Robertson, A.T. Imágenes Verbales del Nuevo Testamento; pag 29.

[2] Idem, pag 30.

[3] Barklay, William. Comentario al Nuevo Testamento, volumen 5. Pág. 53

[4] Vine, W.E., Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, (Nashville: Editorial Caribe) 2000, c1999

[5] Robertson, A.T. Imágenes Verbales del Nuevo Testamento; pag 109.

[6] Idem, pag 109.

[7] Josh Mc Dowell, Evidencia que exige un veredicto, pag. 103.

[8] Vine, W.E., Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo.

[9] Robertson, A.T. Imágenes Verbales del Nuevo Testamento; pag 109.

[10] Idem, pag 111.

La Igualdad entre el Padre y el Hijo de Dios II


“Jesús les dijo: --De cierto,  de cierto os digo: Antes que Abraham fuera,  yo soy” (Jn 8:58)

¿Qué está diciendo Jesús con esto? Pareciera, a simple vista, un error verbal; pareciera que Jesús no está muy bien ubicado con respecto a los tiempos verbales. ¿Por qué en el verso siguiente los fariseos reaccionan de esta manera: “Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo y,  atravesando por en medio de ellos, se fue” (v.59)? ¿Qué hay aquí para explicar este hecho? Sin duda mucho, y muchos siglos de historia con respecto a tan sublime declaración. Jesús simplemente estaba afirmando llamarse igual que el Dios Eterno, que Jehová Rey de los judíos, el Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Jesús simplemente afirmó ser el Yo Soy.

Puede que a nuestros ojos esta declaración no tenga mucho sentido debido a la falta de identificación con éstos términos y con la cultura judía. Pero si nos vamos a la Biblia, específicamente al libro de Éxodo 3:14,15, vemos a Jehová hablando con Moisés. Y en medio del diálogo, Moisés pregunta:

“-Si voy a los hijos de Israel y les digo: "Jehová,  el Dios de vuestros padres, me ha enviado a vosotros",  me preguntarán: "¿Cuál es su nombre?" Entonces  ¿qué les responderé? Respondió Dios a Moisés: -"Yo soy el que soy". Y añadió: -Así dirás a los hijos de Israel: "Yo soy me envió a vosotros".

En un claro e infructuoso intento de ocultar la verdad, los antagonistas dicen que esto no es lo que debemos entender aquí, y con muchas maniobras han querido cambiar la interpretación del texto. Incluso, hay quienes han alterado el texto a su conveniencia. Pero, si no hemos de entender lo que la clara evidencia nos muestra, ¿qué hemos de creer, que Cristo no es tan Dios como Jehová? Campbell nos ilustra con su comentario al decir:

“Es perfectamente claro que nosotros también debemos entender que la expresión “Yo Soy,” (eimi) tenía como finalidad declarar la absoluta deidad de Cristo por el hecho de que él no intentó dar explicaciones. Él no procuró convencer a los judíos de que ellos le habían entendido mal, sino que más bien él repitió la afirmación varias veces en repetidas ocasiones.” [11]

 ¿Hay quien, a pesar de la evidencia, no quiera reconocer los hechos? Sí, y siempre habrá quien la rechace incluso con toda la evidencia del planeta. Por ejemplo, los testigos de Jehová han modificado el texto de sus biblias, donde se puede leer: “antes que Abraham fuera, yo he sido”.  Ante este hecho, ellos creen haber encontrado manera eficaz de huir a la vedad, pero su propia traducción los acusa, pues en Juan XX hallamos la misma expresión ego eimi la cual han traducido perfectamente por Yo Soy. ¿Por qué aquí en Juan 8:58 la han vertido por Yo he sido queriendo aludir con esto que Cristo fue creado? Pero para lector honesto no cabe ninguna duda de la realidad del verbo eimi, un verbo donde el tiempo no tiene cabida, sino que expresa un eterno ser o estar.

 A.T. Robertson no duda en destacar que “es indudable que aquí Jesús proclama su existencia eterna con la frase absoluta que se emplea de Dios. El contraste entre genesthai (la venida de Abraham a la existencia) y eimi (el ser atemporal) es absoluto.” [12]

 De manera similar se puede ver el comentario en la Biblia de Estudio Plenitud, donde dice:

El verbo debe ser traducido como «naciera», indicando que la vida de Abraham tuvo un comienzo específico. Esta afirmación contrasta con el «Yo soy» de Jesús. En otras palabras, Él no tuvo principio, sino que es el eterno presente.” [13]

 Mientras que Warren, en su libro “Bosquejos Expositivos de la Biblia, AT y NT”, nos dice:

Jesús afirmó ser Jehová Dios cuando dijo: “Antes que Abraham fuese, YO SOY” (véase v. 58; también Éx 3.14). En el versículo 24 también dijo: “Porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”. En el versículo 28 dijo: “Cuando hayáis levantado [en la cruz] al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy”. La mentira de Satanás es que Jesucristo no es el Hijo de Dios (véanse 1 Jn 2.22; 4.1–3). Es imposible honrar a Dios y al mismo tiempo deshonrar al Hijo (5.23).” [14]

 No hay duda de que Cristo afirmó ser Dios de una manera absoluta, sin limitaciones de ningún tipo ni con menos divinidad que el Padre. Al pronunciar el nombre Divino, y autoproclamarse como el Yo Soy del Antiguo Testamento, estamos persuadidos que el propósito del Señor en cuanto a su identidad no es la de hacernos creer que es un ser angelical ni una criatura divina, y menos un Dios subyugado e inferior a la Deidad. Cristo no nos dejó esa opción, y sus reiteradas afirmaciones lo comprueban. ¿Qué pues diremos? ¿Hay alguna salida para las sectas a fin de que escapen de la verdad? No, no hay maniobras interpretativas de ninguna índole. Y las palabras de Henry Alford a este respecto son idóneas: “toda exégesis desprejuiciada de estas palabras debe reconocer en ellas una declaración de la preexistencia esencial de Cristo.” [15]

 

 Juan 10:30

"El Padre y yo uno somos."

En Juan 10:30 hallamos otra afirmación propia de la Deidad del Señor, donde  reclama su perfecta igualdad con el Padre. El erudito William Barclay lo vierte de la siguiente forma: “El Padre y yo somos una misma cosa”.

 Esta declaración no debe ser pasada por alto, pues constituye toda una muralla contra las ideas arrianas. En la teología del henoteísmo es imposible la igualdad entre el Padre y el Hijo, pero es precisamente igualdad lo que resuena aquí con toda la autoridad de Dios. Vemos al Hijo de Dios estableciendo lo que otros llaman “unidad de propósito y esencia”. Imagine, nadie en su sano juicio llegaría a decir que es una unidad con el Eterno Creador del Cosmos, que es Uno en propósito; porque a decir verdad el ser humano no es semejante a su Creador en ningún aspecto posible. Pero Jesús lo dijo, de una forma clara e irrefutable, y en una cultura como la de su tiempo, famosa por su celo y devoción al Único, al Eterno, cansada de escuchar y leer: “Oye Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová Uno es” (Dt 6:4) ¡Qué declaración más sorprendente!

 Pero estas palabras han causado tal desarmonización y contradicción en las ideas doctrinales de las sectas que han tratado de hacer malabares con la Escritura, a fin de explicar razonablemente este hecho acordemente a sus doctrinas. Para ello acuden al pasaje de Juan 17:11 donde se expone la misma palabra que aquí se traduce como “Uno”. La famosa oración de Jesús por sus discípulos ha sido tomada como la “bandera” de las sectas para tapar la solemne declaración de igualdad del Verbo de Dios. El texto dice textualmente: “Padre santo,  a los que me has dado,  guárdalos en tu nombre,  para que sean uno,  así como nosotros.” Aquí se trata de establecer un paralelismo afirmando: así como Jesús es uno con el Padre, los creyentes son uno con Jesús; entonces no afirma esto que se hable de esencia o unidad de ser, sino de propósito u objetivo.

 Pero esto limita cabalmente el sentido de la Escritura. Es perfectamente posible que Jesús sea uno con sus creyentes a razón de la dualidad de naturalezas presentes en él, cosa que lo hace un mediador; pero es imposible que un ser humano sea uno con Dios.

 A esta misma conclusión debe haber llegado Robertson, al decir:

“Los fariseos habían acusado a Jesús de hacerse así mismo igual a Dios como su propio y peculiar Padre (Jn 5:18) Entonces Jesús lo admitió y pasó a demostrar razones para esta declaración (5:19-30)

Ahora lo declara claramente en este gran dicho repetido posteriormente (17:11,21) Esta tersa afirmación es la culminación de las reivindicaciones de Cristo acerca de la relación entre el Padre y él mismo (el Hijo) Agitan a los fariseos hasta una cólera incontrolable.” [16]

 Otro argumento a favor de la igualdad del Padre y el Hijo que ningún sectario ha podido refutar es el hecho del contexto que protege a nuestro verso de estudio. Jesús viene hablando de sus ovejas, de los que le pertenecen porque le creen, y nos da la clave de todo este asunto: “Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco,  y me siguen; 28 yo les doy vida eterna y no perecerán jamás,  ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre,  que me las dio,  mayor que todos es,  y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 30 El Padre y yo uno somos.”

 Observe cómo Jesús va hablando hasta llegar al punto culminante donde declara su igualdad con el Padre. Primero dice: “Mis ovejas oyen mi voz…” Luego añade algo inesperado: “…nadie las arrebatará de mi mano.” (v.28) Lo que sigue simplemente debió causar asombro en sus oyentes: “… nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” (v.30). ¿Qué quiere decir con esto? ¿Por qué dice primero que las ovejas están en su mano y luego dice que están en las manos del padre? Finalmente lanza la máxima de su igualdad y razón por la cual nadie arrebatará las ovejas de su mano ni la de el Padre: “El Padre y yo uno somos” (v.30)

 Es innegable este hecho de la igualdad; y es digno de notar la intensidad de la declaración que la reacción de los judíos fue extrema: “Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearlo” (V.31) No fue ninguna idea vaga sin importancia lo que expresó Jesús, ¿no le parece? A esto se refiere Roberto Anderson cuando dice:

“Pero ninguna evidencia confirmatoria es más convincente que la de los testigos hostiles. El hecho de que el Señor presentó aseveraciones de deidad está innegablemente establecido por la acción de sus enemigos. Debemos recordar que los judíos no eran una tribu de salvajes ignorantes, sino un pueblo de gran cultura e intensamente religioso…” [17]

 El comentario de la Biblia de estudio “Diario Vivir” es idóneo al decir:

“Esta es la declaración más clara de su divinidad que Jesús haya expresado jamás. Jesús y su Padre no son la misma persona, pero en esencia y naturaleza son uno. De aquí que Jesús no es un simple buen maestro: Él es Dios. Esta declaración no dejaba lugar a dudas. Los líderes religiosos deseaban matarlo porque sus leyes decían que cualquiera que proclamase ser Dios debía morir. No había nada que pudiese persuadirlos de que la declaración de Jesús era verdad.” [18]

 No hay duda de que el mensaje de Jesús fue explícito: es Dios, y es igual al Padre. El Hijo de Dios es igual a Su Único y peculiar Padre.

  

¿Qué de Juan 14:28?

Para deshacerse de toda esta evidencia, nunca falta quienes vendrán con el pasaje de Juan 14:28 bajo la manga como si de una sorpresa final se tratara. Aquí Jesús dice de modo muy abierto que el Padre es mayor que él. Veamos el pasaje:

“Habéis oído que yo os he dicho: "Voy,  y vuelvo a vosotros". Si me amarais,  os habríais regocijado,  porque he dicho que voy al Padre,  porque el Padre mayor es que yo.”

 Antes de comenzar con las evidencias a favor de la igualdad del Hijo y el Padre, es necesario destacar que el término “Dios” no es una identidad sino una naturaleza. Dios es Dios no porque así se llame, sino por su naturaleza. Pablo habla sobre esto cuando dice “Ciertamente,  en otro tiempo,  cuando no conocíais a Dios,  servíais a los que por naturaleza no son dioses…” (Gal 4:8)

 Cuando el faraón instituyó a José como segundo en Egipto, le dijo: “Tú estarás sobre mi casa y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo;  solamente en el trono seré yo mayor que tú.” (Gn 40:41) Fíjese que Faraón sería mayor que José sólo en oficio, mas no en naturaleza, pues ambos son humanos. En este texto no se nos dice que Faraón es más humano que José, pues sería absurdo. Lo que sí se nos dice es que Faraón tiene un oficio diferente al de José, y dicho oficio o función es mayor a la de José; pero ambos son humanos. Incluso, si se tratara de un elemento puramente espiritual podríamos decir que José era mayor que faraón ante los ojos de Dios, pues a pesar de que Dios no hace acepción de personas, era del pueblo escogido de Dios. Pero el término aquí sólo es comparable en cuanto a la naturaleza de los implicados. Entonces, ¿qué se trata de alegar con Juan 14:28?

 A.T. Robertson destaca:

“La relación filial hace esto necesario. No hay distinción de naturaleza o esencia en la Trinidad. No hay aquí ni arrianismo ni unitarismo. La misma explicación que da aquí es prueba de la Deidad del Hijo (Dods)” [19]

 Entonces no tienen excusa los antagonistas: el que tiene el Hijo tiene al Padre. Si Ud. no honra al Hijo como honra al Padre, tampoco puede honrar al Padre. Y si no cree que Jesús es el gran Yo Soy, entonces no hay remedio para sus pecados, y ellos serán su ruina y condenación…

 

 

 

[11] Campbell, citado en Mc Dowell, Evidencia que exige un veredicto, pag. 96.

[12] Robertson, A.T. Imágenes Verbales del Nuevo Testamento; pag 184.

[13] Hayford, Jack W., General Editor, Biblia Plenitud, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1994. (versión electrónica)

[14] Wiersbe, Warren W., Bosquejos Expositivos de la Biblia, AT y NT, (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, c1995. (versión electrónica)

[15] Henry Alford en Mc Dowell, Evidencia que exige un veredicto, pág. 96

[16] Robertson, A.T. Imágenes Verbales del Nuevo Testamento; pag 212.

[17] Roberto Anderson citado en Mc Dowell, Evidencia que exige un veredicto, pág 94.

[18] Barton, Dr. Bruce B., Editore, Biblia del Diario Vivir, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1996.

[19] Robertson, A.T. Imágenes Verbales del Nuevo Testamento; pag 283.

 

Atrás

La Promesa en Lucas 23:4

La Promesa en Lucas 23:4

por Juan Valles 

Un texto muy usado para referirse a la vida inmediata después de la muerte es la promesa contenida en Lucas 23:46. En este pasaje se nos narra que mientras el Señor Jesús estaba siendo crucificado junto a dos ladrones, uno de ellos le pidió, en un valeroso e intrépido salto de fe, que se acordara de él cuando viniera en su Reino. La respuesta del Señor no se hizo esperar de la manera más solemne, diciéndole: “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”

 

Mucho se ha dicho acerca de esta promesa. Pero hay quienes no la creen tal y como nos ha sido legado este texto a través de generaciones. Los testigos de Jehová, por ejemplo, han modificado este texto para hacerlo coincidir con sus doctrinas, y algunos grupos sectarios, aunque no modifican directamente sus escrituras, lo interpretan y enseñan tal y como lo dice la Biblia de los testigos de Jehová, que ha vertido el pasaje de la siguiente manera: “Y él le dijo: Verdaderamente te digo hoy: Estarás conmigo en el Paraíso”.

 

La razón que admiten los que traducen o están de acuerdo con esta traducción, es que en el griego de la Biblia no existían los signos de puntuación, y que la coma debe ser rodada para que el texto diga que simplemente el hoy no se refiere al cumplimiento de la promesa, sino al momento en que fue dicha la promesa. ¿Debemos tomar esto así? ¿Qué dicen los conocedores del griego bíblico?

No hay duda acerca de que el diccionario de Vine es una referencia obligada en cuanto al conocimiento del griego bíblico, y que puede explicarnos substancialmente la realidad sobre este asunto.  Cuando consultamos acerca del término “Hoy”, Vine nos dice:

“La cláusula que contiene semeron   se introduce en ocasiones con la conjunción joti  : «que» (p.ej., Mc 14.30; Lc 4.21; 19.9); algunas veces sin la conjunción (p.ej., Lc 22.34; 23.43, donde «hoy» tiene que ser relacionado con «estarás conmigo»); no hay razón gramatical alguna para la insistencia de que deba ser conectado con la afirmación «de cierto te digo», ni tampoco esta idea está demandada por ejemplos ni de la LXX ni del NT; la estructura de la oración dada en la Versión Reina-Valera es la correcta.”[i]

Por si fuera poco, este mismo autor nos presenta otro comentario de igual valía acerca de lo tratado, pues cuando consultamos el concepto del término “Paraíso”, Vine lo define, e inmediatamente pasa a relacionarlo con nuestro texto de estudio, y explica:

En Lc 23.43, la promesa del Señor al ladrón arrepentido se cumplió en el mismo día; Cristo, en su muerte, habiendo encomendado su espíritu al Padre, fue de inmediato en espíritu al cielo mismo, la morada de Dios (la mención del Señor de aquel lugar como paraíso debe haber sido un gran aliento para el malhechor; para la mente oriental expresaba la suma total de bendición). Allá fue que el apóstol Pablo fue arrebatado (2 Co 12.4), y le da el nombre de «el tercer cielo» (el v. 3 no introduce una visión diferente), más allá de los cielos de la creación natural; véase Heb 4.14, con referencia a la ascensión. Esta misma región es mencionada en Ap 2.7, donde el «árbol de vida», el antitipo figurativo del que estuvo en Edén, ofrecido al vencedor, es mencionado como estando en «el paraíso de Dios»; cf. Gn 2.8.”

Al cristiano verdadero, estas palabras para explicar este hecho no le son necesarias, pues cree simple y llanamente a lo que dice la Biblia: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, sin recurrir a ningún artefugio para desvirtuar el texto o alterar la traducción. Pero hay quienes aún así prefieren confiar en el engaño de que el texto debería decir: “te digo Hoy: estarás conmigo…”, y para ello, Eugenio Danyans, teólogo y escritor bíblico, nos ofrece un interesante comentario:

“Cristo no usa tan absurda redundancia en ninguna otra ocasión. La expresión “de cierto te digo” se encuentra más de ochenta veces en los cuatro Evangelios y es una de las más características de Jesús. En cada caso sigue inmediatamente el mensaje solemnemente anunciado. En ninguna ocasión hay un adverbio antes de la sentencia. No le oímos decir al Señor: “De cierto os digo hoy, el que cree en mí tiene vida eterna”; o bien: “Os digo hoy: antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.”[ii]

Para Danyans la cuestión es obvia: Si se traduce como lo hacen los testigos de Jehová, entonces el término “Hoy” estaría de más, y simplemente no haría falta, pues Cristo no sería capaz de cometer un error de tal magnitud en su discurso, y mucho menos cuando sabemos que no lo hizo después de haberse expresado más de ochenta veces con la misma forma gramatical. Para agregar, Nelson aporta su grano de arena a la verdad, y en una de sus muchas obras, el Diccionario Ilustrado de la Biblia, afirma al definir el Paraíso:

Los judíos asociaban la palabra paraíso con el huerto del Edén. Luego llegaron a creer que los justos al morir iban a un lugar similar al paraíso. Ya en el rabinismo desarrollado el paraíso podría significar: (1) el huerto original del Edén; (2) la morada temporal de los justos muertos entretanto llega la resurrección, o 3) el huerto, morada eterna de los justos. Por otro lado, los rabinos creían que la gehenna era la morada de los injustos (Seol).

La palabra paraíso aparece solamente tres veces en el Nuevo Testamento. En Lc 23.43, Jesús promete al ladrón arrepentido que irá al paraíso ese mismo día, indicando así que es el lugar al que iban provisionalmente los justos al morir. El mismo concepto se halla en la parábola del rico y Lázaro, pero se vale de la figura del «Seno de Abraham» (Lc 16.23). En 2 Co 12.2ss, Pablo identifica el tercer  Cielo con el paraíso. Luego, en los últimos capítulos de Apocalipsis es prominente la idea de un hermoso huerto eterno para los justos, pero no se usa la palabra paraíso.”[iii]

William Barclay, erudito del griego bíblico y profesor de la Universidad de Glasgow, en una de sus muchas obras traduce el texto de la siguiente forma: “-Te doy mi palabra –le contestó Jesús- que hoy estarás conmigo en el Paraíso.” Y luego, pasa a comentar el texto no interviniendo en su forma gramatical sino en su valor, afirmando:

“La palabra Paraíso viene del persa, y quiere decir “un jardín amurallado”. Cuando el rey persa quería hacerle un gran honor a alguno de sus servidores, le nombraba su acompañante en el paraíso, para que paseara y conversara con el rey en aquel lugar delicioso. Fue más que la inmortalidad lo que Jesús le prometió al ladrón arrepentido: le prometió el honor de gozar de su compañía en el jardín de la corte celestial.”[iv]

Hay quienes discrepan de esto debido a que Cristo, cuando resucitó, dijo que aún no había subido al Padre, y que como el Padre está en el Cielo al igual que el Paraíso, entonces el ladrón no pudo haber obtenido el cumplimiento de su promesa. Pero pensar así es pensar irresponsablemente, ya que “queda a nuestra interpretación” el lugar de Dios o el Cielo.



[i] Vine, W.E., Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, (Nashville: Editorial Caribe) 2000, c1999.

[ii] Danyans, Eugenio, Proceso a la Biblia de los Testigos de Jehová. Barcelona, 1971. 7ma edición. Editorial Clie.

[iii] Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1998.

[iv] Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento, vol 4. Editorial Clie. España, 1991. Pág 343,344.

 

 

Si buscas conocer sobre Apologética, te recomiendo visitar EDF APOLOGETICA

La parábola del Rico y Lázaro, verdad o ficción?

La parábola del Rico y Lázaro, verdad o ficción?

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas” (v. 19-21).

 Es llamativo cómo tantos han pretendido falsificar las clarísimas enseñanzas de Cristo acerca de la condición de los muertos, alegando que este relato no es real ni verídico, sino que está hablando de forma fantasiosa, o que por ser meramente una «parábola» —alegan— nada tiene que ver con la realidad. Los «Testigos de Jehová», los «Adventistas del Séptimo Día», por ejemplo, así como todos los aniquilacionistas[1]  (los que creen que el alma es capaz de ser aniquilada o extinta, y definen erróneamente el verbo «destruir»[2]   de esta falsa manera), agitan esta torcida interpretación del pasaje a fin de escapar de la realidad de las enseñanzas sobre el estado consciente de las almas en su condición separada del cuerpo, y así estas sectas propagan sus falsas doctrinas que afectan los padecimientos mismos de Cristo en la cruz (véase al final). Veremos que no es así, y la Biblia habla por sí misma con autoridad a la conciencia de todos, sólo que basta la absoluta e incondicional adhesión a ella, y no a los falsos sistemas de los falsos maestros sectarios.

Brevemente para empezar observamos que el mismo Maestro no dice ni sugiere que estuviera ofreciendo una parábola. En todas las parábolas, el Señor manifiesta claramente que está ofreciendo una parábola. Aquí no lo hace. En ninguna parábola el Señor da nombres. Aquí da nombres, por lo que se trata de un relato real. Es cierto que el Señor, en este relato, utiliza algunos símbolos: esto nadie lo niega. Todo el lenguaje del Señor en el Nuevo Testamento está lleno de símbolos, pero ellos transmiten realidades concretas, no fantasías, como se pretende. E incluso aunque el relato pareciera tener el carácter de parábola, el pasaje es tan poderoso que aun cuando sea considerado como una parábola da precisamente los mismos resultados.

 

La razón es que las parábolas relatan situaciones de «la vida diaria», pero en este caso el punto más importante que nos hace ver que no sería una parábola es la mención de un personaje por su nombre —«Lázaro»— de quien a duras penas el Señor habría dado su nombre si realmente no hubiese existido; pero lo que no puede ser cuestionado es la situación de las almas en este relato, pues la definición de parábola no lo permite.

 

Si en vez de parábola fuera una fábula, ésta crearía situaciones no reales, tal como que los árboles hablan y eligen un rey (como en el caso del hijo de Gedeón, Jueces 9); pero estos sucesos son completamente reales. Y si no hubiesen sucedido con Lázaro —por ser un personaje del relato— sí pasa con los que mueren.

 

Como en el caso del sembrador, todos los elementos de la parábola son altamente conocidos y plenamente reales, para los que la escucharon, pues son cuadros tomados de la vida misma.

 

Ahora bien, la narración comienza hablando de un hombre rico. Es evidente que el Señor encuadró su discurso sobre la condición de las almas después de la muerte dentro de un trasfondo judaico, adaptado a sus oyentes y en el lenguaje de ellos: de aquí el simbolismo "el seno de Abraham", etc. Conforme a la mente judaica, una buena fortuna, como dicen los hombres, constituía la felicidad. Los judíos consideraban tal prosperidad como una señal del favor de Dios. El rico del relato tenía todo lo que su corazón (o más bien la carne en realidad) podía desear, y así daba rienda suelta a sus deseos. Pero todo era un deleite egoísta: para el corazón del rico, Dios no contaba para nada en tales deseos, ni tampoco había interés alguno por el prójimo: todo era el yo. Esto queda demostrado al entrar en la escena el mendigo Lázaro, que comía de las migajas del rico. El rico no reparaba en este pobre, sino sólo en sí mismo. Los perros eran más considerados que el mendigo, y rendían a éste mayor favor que su amo: lamían las llagas del pobre mendigo.

 Así vemos, pues, queridos amigos cómo es el hombre, en este caso el judío, pero el hombre al fin, en la vida presente, conforme a sus pensamientos de bienestar terrenal.

 

 

LA CONDICIÓN DE LAS ALMAS DESPUÉS DE LA MUERTE CORPORAL

 

Pero todo cambia con la llegada de la muerte, y aquí el Señor revela sus enseñanzas en forma inequívoca, a las cuales debemos adherir sin compromiso, porque es el Señor quien habla, y no el hombre, y él enseña qué es lo que hay detrás de la tumba para que nosotros podamos tener la verdadera luz sobre estas cosas.

 

22  Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.

 

Está claro que “el seno de Abraham”es un símbolo, para los oyentes judíos, de un lugar especialmente bendito en el mundo invisible, donde le esperan los más honorables siervos de Dios. Pero la compañía de Abraham y la bienaventuranza de su condición no eran simbólicas. Veamos cómo sigue el relato.

 

23  Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

 

Ésta no es una figura del estado final de juicio, sino de cierta condición después de la muerte. (Mientras que el alma del mendigo pasó a un estado de felicidad, cuando su cuerpo yacía en el sepulcro). Del rico se dice que “alzó sus ojos” lo cual es lenguaje simbólico de nuevo, pero que describe el estado consciente de su alma. El hecho es que Lázaro, conforme a la enseñanza del Señor, fue visto en el seno de Abraham por el rico, quien estaba en tormentos.

 

Diremos algo sobre símbolos incluidos en este relato: El lenguaje simple y gráfico atrae más la atención de las personas sin importar su nivel cultural, que una descripción del estado consciente del alma después de la muerte hecha en términos científicos la cual hubiese sido inadecuada para los oyentes del Señor. El hecho es que no existe la mínima dificultad en la narración tomada en su justo sentido. En nuestro diario hablar empleamos continuamente lenguaje figurado para que nos entiendan mejor todos. El 90 % de la crítica antibíblica es deshonesta, y tiene la clara intención de desacreditar la Escritura (El hades y el castigo eterno, A. P.). Claramente el Maestro enseña que tanto el creyente como el inconverso, se encuentran en un estado consciente después de la muerte, y quien enseña lo contrario, enseña en contra de la doctrina de Cristo

 

24  Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

 

La prueba es ciertamente clarísima aquí de que incluso antes del juicio, los impíos están ya en tormentos

Nadie cuestiona que el Señor emplea figuras, pero, lo repetimos, el motivo de las mismas es explicar las cosas invisibles de la manera más inteligible posible para nosotros; pues nosotros percibimos el mundo exterior a través del cuerpo y los sentidos; y de aquí el Señor toma las figuras a fin de que aquellos a quienes él se dirige y a quienes les presenta el mundo invisible conforme a Su propia sabiduría, las entiendan.

El Señor revela también que allí, en el Hades, el rico tiene conciencia de la necesidad de misericordia. El rico no toma, exteriormente, el lugar de un incrédulo. En él no hay seguramente ninguna fe, pero él habla de “Padre Abraham”, y aunque él nunca buscó a Dios por misericordia, ve al menos que allí, en el seno de Abraham, podía gozarse de la más rica misericordia. Entonces pide que Lázaro moje la punta de su dedo en agua y que refresque su lengua: ¡una miserable gota de agua! En otro tiempo, habría sido un favor tan insignificante que apenas se habría tenido en cuenta, y menos aún si Lázaro lo hubiera hecho. En la tierra, el rico habría detestado una cosa así. Pero la verdad aparece cuando el hombre ha dejado esta vida. ¡Qué importante es, pues, oír mientras estamos en la tierra, lo que el Señor nos dice!

“Estoy atormentado en esta llama.” El que nos dice esto es nada menos que Jesús. Y nosotros sabemos que él es la verdad, y que éstos son verdaderos dichos de Dios.

La respuesta de Abraham es digna de notar también:

25 Pero Abraham le dijo: Hijo (pues él no repudia la relación según la carne), acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.

El que era de Satanás tenía buenas cosas en esta tierra; mientras que quien era nacido de Dios, recibió males aquí abajo. La tierra como tal no proporciona ninguna medida para los juicios de Dios: cuando Jesús venga, y el Reino sea establecido, será diferente. Pero tanto el judío como el hombre en general deben aprender que esto no es así ahora, y que, antes que Él venga, subsiste la solemne verdad de que los hombres muestran por sus caminos aquí en la tierra cuán poco creen palabras de Dios como éstas. Pero cuando los hombres mueren, seguramente habrán de probar la verdad de lo que ellos rehusaron oír en este mundo: “Ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado”. No es el tiempo del Reino público del Mesías. Lucas nos permite ver lo que es más profundo aún que ese Reino: la bendita porción invisible del justo, así como el mal para el injusto.

26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.

El Señor enseña aquí que existe una establecida y grande separación entre el bien y el mal en el estado intermedio. No se puede pasar del uno al otro. La noción de una gracia posible en la condición separada es absolutamente excluida por la Escritura. Los hombres naturales sueñan con esta posibilidad de una «segunda oportunidad»; ellos desean aferrarse del mal tanto como puedan, o al menos de los deseos de este mundo, despreciando las advertencias de Dios y echando mano o adquiriendo bienes de este mundo, en lo cual ponen su corazón, pero descuidando por completo la solemne lección que el Señor nos ofrece mediante la narración del rico y Lázaro. “Una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros”, dice Abraham. Entre los justos que partieron, y aquellos que murieron en sus pecados la separación es completa.

Y puesto que el rico no veía ninguna posibilidad de cambio para sí, vuelve entonces su atención hacia su familia.

Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (v. 27-31)

Hay quienes no creen en la consciencia de los muertos, y los entiendo más no comparto lo que creen. En este pasaje no podemos ver a Jesús enseñando otra cosa de lo que quiere mostrar. ¿Acaso va a querer confundirnos el Señor con algo tan distante como lo que enseña aquí? No erremos! Hay quienes sostienen que Jesús usó una figura literaria llamada prosopopeya, que consiste en atribuir a objetos o animales cosas propias de los humanos. Pero el que verdaderamente cree a la Biblia sabe que la Escritura se rie de estas cosas, porque en la Biblia podemos ver incluso a un burro que habla, y no es una prosopopeya. ¿Qué intención puede tener alguien en creer que la parábola del rico y Lázaro es un relato que no quiere decir lo que dice? Sencillamente esta parábola choca contra las doctrinas de muchos, y han tratado por todos los medios el hacer creer que no dice lo que en realidad dice. No puedo imaginarme a Jesús diciendo: "Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos" y que eso sea mentira (según algunos quieren que creamos). O ¿cómo veremos a nuestro Salvador enseñar que "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos" si en realidad los muertos no viven tras la muerte? ¿Para qué Jesucristo enseñaría una mentira? Esas son las últimas palabras de este relato, y por consiguiente son el objetivo: o le creemos o no le creemos: todo está en las Ecrituras. Ningún erudito serio del griego se ha atrevido nunca a decir que esta historia es mentira, sino que ha tenido que argumentar sobre la realidad de los términos aquí usados para verificar su realidad: las parábolas son historias que le pueden pasar a cualquiera.

O crees a Jesús (no a los que hacen las interpretaciones) o puedes ser protagonista de esta parábola...
Si buscas conocer sobre Apologética, te recomiendo visitar EDF APOLOGETICA

 

Jesús, Padre Eterno

Un pasaje mesiánico destaca la absoluta Deidad del Mesías:

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. (Is 9:6)

NOMBRES DEL MESÍAS

Isaías utilizó cinco nombres para describir al Mesías. Estos tienen un significado especial para nosotros.

Admirable: Excepcional, sublime y sin par. Esta palabra originalmente quiere decir "maravilla" o "maravilloso".

Consejero: El de consejos adecuados.

Dios fuerte: Dios encarnado. Dios dice en su Palabra que Dios es Uno, que no hay más Dios que Él; sin embargo, este mismo título de "Dios" se le da al Mesías. ¿Por qué? Y no sólo eso, sino que unido a la expresión "fuerte" forma un título absoluto que expresa todo poder y todo dominio. Esta palabra quiere decir, además de fuerte, dura guerrero o batallador. El Dios fuerte es el Dios de las batallas, de las guerras. Pero esta expresión de "Dios fuerte" es un término aplicado al Jehová del AT. La Biblia dice: "Acontecerá en aquel tiempo, que los que hayan quedado de Israel y los que hayan quedado de la casa de Jacob, nunca más se apoyarán en el que los hirió, sino que se apoyarán con verdad en Jehová, el Santo de Israel. 21El remanente volverá, el remanente de Jacob volverá al Dios fuerte." (Is 10:20,21) ¿Nota usted que no es cualquier cosa de lo que estamos hablando aquí?

Padre eterno: No tiene límite de tiempo; es Dios nuestro Padre. Este título es de igualdad para con el Padre: o sólo el Padre es el Padre, o jesús también es Padre, y no sólo eso, sino que el Padre es Jehová, ¿será que jesús también es Jehová? La Biblia dice: "¿Así pagáis a Jehová, Pueblo loco e ignorante? ¿No es él tu padre que te creó?" (Dt 32:6) Y además de eso nos dice que el Padre de todos es Dios: "¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? (Mal 2:10) Y no sólo eso: la expresión Padre Eterno, además de echar nuestra vista hacia jehová, nos dirige a pensar también en la eternidad. Para ello usa el término "olam", que significa: "eterno", "eternidad", "perpetuo", o en el más ligero de los casos, "un tiempo muy distante". Así que esta palabra completa el sentido de este verso: Al decir "Padre" (comparándose con Jehová) es obvia y por consiguientemente "eterno", caso confirmado en Miqueas 5:2 donde se nos dice que el Mesías no tendría origen en el tiempo, sino que sería desde los días de la eternidad. (ver Hebreos 7)

Príncipe de paz: Su gobierno es de justicia y paz.

Ahora, ¿cuándo se cumple esta profecía? Se cumple en el mismo nacimiento de Cristo, pues desde que Cristo nació es el Mesías, y desde que cristo nació es Dios fuerte y Padre eterno. Ahora, ¿tenemos alguna prueba en el pasaje? Absolutamente: en el verso 1 se nos habla del ministerio de Cristo, y se nos dice: "pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles." Esto tiene cumplimiento en mateo 4:15. Y no sólo eso, sino que se nos dice en este pasaje: "El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos." Este pasaje halla su cumplimiento en Mt 4:16 y Lucas 1:79.

Cristo no anda jugando: o le creemos tal como es, o sencillamente no lo tenemos. O le damos el mismo valor que al Padre, o no lo tendremos ni a uno ni al otro.

Cristo, la forma de Jehová

por Eugenio Danyans 

¿Afirmó Pablo que Cristo era Dios ya antes de su Encarnación?

El apóstol Pablo, escribiendo a los Filipenses acerca del estado de Cristo antes de su encarnación, afirma en su carta que, «siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios». ¿Qué quiso decir exactamente con estas palabras? Según los «Testigos de Jehová», que Cristo no pretendió ser Dios, no quiso usurpar a Dios su divinidad haciéndose igual a El.

Pero un examen no prejuzgado del texto revela precisamente lo contrario. Cualquier lector que considere dicho texto sin prejuicios, descubrirá que lo que Pablo afirma es lo que leemos en la antigua versión de Valera: EL SER IGUAL A DIOS, CRISTO NO LO CONSIDERO UNA USURPACION, PORQUE YA ERA DIOS. Y esto no lo decimos nosotros: es lo que escribió el apóstol.

La versión revisada de 1960 lo pone en estas palabras:

«El.cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios, como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo.»

Esta versión relaciona el versículo 6 con el 7, haciendo de ambos un solo argumento: Cristo, siendo en forma de Dios, no se empeñó en mantener aquel sublime estado divino, rehusando entrar en su kenosis (vaciamiento), sino que se prestó voluntariamente a tal sacrificio en nuestro favor. [1]

Pero los «Testigos de Jehová», cambiando sin escrúpulo alguno las palabras del texto original, lo traducen de la siguiente manera: «Retengan en ustedes esta actitud mental que también hubo en Cristo Jesús, quien, aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a un arrebatamiento, a saber, que debiera ser igual a Dios.»

¿Puede existir mayor osadía que ésta de hacer decir a un texto bíblico exactamente al revés de lo que dice? Examinemos ahora el texto original palabra por palabra, sin añadirle palabras adecuadas a algún dogma preconcebido, sino aceptando llanamente lo que dice. En Filipenses 2:6 leemos: «Os en morphe Theou uparkhon ouj arpagmon egesato to einai isa Theo.»

El análisis de estas palabras nos dará la razón por sí mismo de cada una de ellas. Veamos. En primer lugar, ¿por qué se usa esta expresión «en forma de Dios»? porque antes de venir a la tierra Cristo ya existía en su esencia divina. Nótese cuán claramente dice el texto que Jesús ERA y ES IGUAL A DIOS. Si Cristo forma parte de la Deidad era natural que existiera en forma de Dios. ¿Y qué forma tiene Dios?

En colosenses 1:15 leemos:

“Él (Cristo) es la imagen del Dios invisible”. Pablo, en 2 Corintios 4:4, afirma también que Cristo es la imagen de Dios. Y en Hebreos 1:3 se nos dice que es el “resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia”.

Quizá la idea bíblica cobra mayor significado en nuestros días, cuando la Física nos ilustra le sentido de la palabra “imagen”. Nosotros sólo percibimos los objetos que están fuera de nosotros y a cierta distancia por la imagen que se dibuja en la reinta del ojo. El objeto, repetimos, está fuera de nosotros; la imagen, dentro.

Al pensar en Dios, un Dios trascendente, ¿cómo nos lo representaríamos? ¿Cómo lo veríamos? Nuestro anhelo de que pudiera manifestarse “en nosotros” de alguna manera y pudiéramos captar su imagen, halla respuesta en el hecho glorioso de la encarnación del Verbo. Cristo, imagen de Dios ¡Y qué imagen! Emmanuel, Dios con nosotros.

El término griego “eikon”, imagen, significa: semejanza, imagen reflejada en el espejo, descripción personal, representación viva, imagen mental, concepto, arquetipo, modelo, realidad arquetípica y eterna, expresando la realidad esencial de una cosa, la real y esencial incorporación, identidad de naturaleza. Implica también la reproducción del carácter del original y una identificación de naturaleza entre los dos: la imagen y el original.

En cambio, la palabra que en griego se usa para expresar la idea de semejanza, similaridad, figura, parecer externo, es “homoioma”.

En el seno de nuestra raza humana Cristo viene a ser  “la imagen” visible del Dios invisible, el revelador por excelencia de Aquél a quien los hombres habían buscado palpando sin llegar a conocerle. No es de extrañar que Jesús dijera al desconcertado Felipe: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9).

«UPARKHON». - Existiendo, preexistiendo, subsistiendo. Es el participio presente del verbo «uparkho», un participio activo en el que la noción del tiempo no interviene.

Y aunque, en efecto, en su sentido primario quiere decir «comenzar o «empezar, aquí adquiere un significado secundario, pues el uso del participio presente indica continuidad perpetua, expresando la idea de «ser o existir, o sea: «SIENDO O EXISTIENDO EN ESENCIA Y EN MANIFESTACION DE DIOS», sin ninguna idea de empezar o terminar, ya que si se quisiera señalar que tuvo principio, se hubiera usado el pretérito o aoristo griego.

Literalmente, pues: existo, estoy presente, soy desde el principio tal esencia por naturaleza, como en Hechos 17:24: «El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo (UP ARKHON) Señor del cielo y de la tierra.»

De hecho esta expresión de Filipenses 2:6 es el equivalente del «kai Theos en ho Logos», «y Dios era el Verbo», de Juan 1:1, donde «era», «en», también implica continuidad, sin principio ni fin. Pablo aquí está hablando como «un momento» de la eternidad, Y nos dice que en el momento de llevar a cabo la redención y su humillación, Cristo no quiso mantener la externa manifestación majestuosa del Dios del Sinaí, sino que en vez de retener su posición -no su naturaleza- se desprendió de ella. Así, «os en morphe Theou uparkhon», quiere decir: «SIENDO ESENCIALMENTE Y MANIFIESTAMENTE DIOS.»

«MORPHE». - Todo gira alrededor de esta palabra Y de su significado, palabra que se traduce «forma», pero cuyo uso aquí tiene un sentido más amplio. Según Thayer en su Léxico del Nuevo Testamento Griego-Inglés, significa: «la forma por la cual una persona o cosa afecta la visión óptica; es decir, la apariencia externa de dicha persona o cosa». Esto es cierto. Pero no agota toda la interpretación.

Porque en griego el vocablo «morphe» no significa solamente el parecido externo de una cosa, sino que dicho término indica también la naturaleza o el carácter que describe o presenta el ser a quien pertenece dicha apariencia; es decir: la esencia de la vida interior de la apariencia externa de esa misma cosa, lo que hace que un objeto tenga su esencia específica «húle»: «morphe», de donde procede la palabra «Hilemorphismo»).

Por lo tanto, siendo la palabra «forma» en griego equivalente a «naturaleza», se usaba en el sentido de expresar una realidad interna, y de ahí que, sinónimamente, los padres de la Iglesia identificaban «morphe» con el vocablo «ousia», término que también significa «esencia».

De todo esto se saca en claro que Cristo es Dios porque El existía eternamente en su forma de Dios. Su existencia en la forma divina es el hecho que prueba que El era y es la Deidad misma por esencia y naturaleza, por cuanto literalmente la expresión griega «morphe», «forma», en la pluma de Pablo, tiene el sentido de «esencia en manifestación», lo que es algo; por esto quiere decir: «ver a Dios manifestado en Cristo en la carne», indicando su uso aquí que ambos eran verdaderamente iguales en esencia y en manifestación, es decir, que CRISTO ERA DIOS VERDADERAMENTE Y MANIFIESTAMENTE.

Por ejemplo: sabemos que cualquier artículo se nombra según su forma. Especificando un poco más: un reloj es un reloj porque tiene la forma estructural de un reloj. El mismo material pudo ser empleado para formar otro objeto. Si éste hubiese sido el caso, la forma hubiera sido otro objeto y no un reloj; por lo que cuando se afirma que una cosa tiene la forma de cierto objeto, se afirma que es el objeto mismo.

En consecuencia, pues, cuando Pablo afirma que Cristo estaba en la forma de Dios, afirma, sin dar lugar a duda alguna, que El era y es Dios. En efecto: si al decir que Cristo tomó «forma (MORPHE) de siervo, hecho semejante a los hombres'!> (Filipenses 2:7), se quiere indicar que Jesús era realmente siervo y verdadero hombre, entonces también la expresión «forma» (MORPHE) de Dios» equivale, de la misma manera, a declarar que Cristo es Dios.

Por lo tanto, cuando el gran apóstol de los gentiles enseña que Cristo Jesús existió en la forma de Dios, la idea de deidad está implícita intrínsecamente en el término «morphe», porque observamos que «la forma de una cosa es el modo en que se revela, y eso está determinado por su naturaleza». Hace muchos siglos que Juan Crisóstomo, uno de los padres de la Iglesia, dijo que «no es posible ser de una esencia y tener la forma de otra persona u objeto». Cristo existió en la forma de Dios porque El es Dios; Pablo está afirmando, pues, claramente que Jesús era y es el igual de Dios. [2]

«ARP AGMON». - Una cosa retenida con avaricia y ansia, con rapiña, de que se aproveche con celo y avidez. Algo que se ha robado injustamente o la acción de arrebatar con rapiña una cosa, robar algo ajeno por la fuerza (Mateo 11:23; 13:19). Es decir: que el ser igual a Dios no lo consideró un robo o una usurpación.

¿Y por qué Cristo no tuvo por usurpación ser igual a Dios? Pues por la sencilla razón de que El no usurpaba nada de Dios. Todo lo que tenía y tiene Dios lo tiene Cristo, porque El es Dios. Sí, efectivamente: Cristo es divino. No era un ángel ni un hombre que aprovechándose de las circunstancias pretendió ser Dios, engañando a los hombres y usurpando a Dios su divinidad. Por tanto, este hecho de ser igual a Dios no lo consideró como cosa que debía de «retener» o «aferrarse a ella», no era un robo, un acto de rapiña lo que hacía, porque El era y es en verdad como una de las Personas de la Trinidad.

Literalmente la idea teológica de Pablo es que Cristo, «teniendo la naturaleza de Dios, no reputó codiciable tesoro mantenerse en su posición de Deidad majestuosa, no lo consideró como una presa arrebatada, no fue por usurpación, sino por esencia, el ser igual a Dios». Tal vez la estructura gramatical del texto permitiera traducirlo mejor así: «EL CUAL, SUBSISTIENDO EN LA ESENCIA DE DIOS, NO SE AFERRO AL SER IGUAL A DIOS; NO QUISO RETENERSE A RECIBIR LOS HONORES PROPIOS DE SU DIVINIDAD EN BENEFICIO PROPIO.»

«EKENOSEN». - Ahora bien: leemos en el versículo 7 que Cristo «se anonadó», «se humilló», «se vació», «se despojó», «se desprendió», «se negó a sí mismo» (la expresión original griega es: «euaton ekénosen»). O sea, que en su humillación o anonadamiento, Cristo no quiso conservar su igualdad divina, sino que se despojó de ella y asumió la forma humilde de un siervo.

En efecto, nosotros preguntamos: ¿De qué se anonadó? ¿Por qué lo hizo Jesús? Pues precisamente porque era divino. De lo contrario, ¿de qué se vaciaba? ¿De qué se despojaba? Es evidente, pues, que su humillación presuponía desprenderse de su gloria, dignidad y grandeza que tenía antes de su encarnación. ¿No es verdad que si el Señor hubiese sido una criatura creada, ángel u hombre, no hubiera tenido que anonadarse' a sí mismo ni le habría sido necesario desprenderse de nada? Pero, en cambio, sí necesitaba hacerlo el Ser divino que iba a aparecer entre los hombres como un ser humano.

Por otra parte, si Cristo no hubiese sido infinitamente más que un ser creado, no hubiera sido un acto de renunciamiento haber llegado a ser siervo, porque según la falsa doctrina russellista, El ya lo era. Nunca podría haber surgido de semejante condición. El más elevado ángel del cielo, no sólo no puede abajarse hasta llegar a ser siervo, sino que ya es un servidor y no puede llegar a ser otra cosa. Sin embargo, el hecho de que el Señor Jesús se humillara a Sí mismo, y hasta la muerte de cruz, es prueba evidente y positiva de que El no es un ser creado; de que no es un mero hombre, sino Dios sobre todas las cosas, bendito para siempre (Romanos 9:5).

Pero, aun en SU maravillosa humillación, El no renunció a sus atributos gloriosos como Persona Divina: El los escondió debajo de su vestidura humana y los exhibió cuando la ocasión lo demandó.

El lenguaje divino de Cristo

Es cierto que algunas veces Jesús expresó limitaciones de carácter humano, como cuando dijo: «El Padre mayor es que yo» (Juan 14:28); o bien: «Del día ni la hora nadie lo sabe; ni aun el Hijo, sino el Padre (Mateo 24:36), o cuando exclamó en Getsemaní: «Si es posible pase de mí este vaso»; y en la cruz: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?» Pero todos comprendemos que Jesús estaba hablando desde un punto de vista humano (durante su temporal kenosis voluntariamente asumida por amor a nosotros), pero no porque El no poseyera, como Verbo divino, la omnipotencia, la omnipresencia y la omnisciencia, aun durante su temporaria manifestación carnal.

Así, leemos aun en los mismos sinópticos (donde algunos piensan hallar menos pruebas de la divinidad de Cristo que en el Evangelio de Juan) frases tan eminentemente divinas como: «Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mate o 18:20). No «yo estaré», sino «estoy», en tiempo presente. ¡Qué extraña debería sonar esta palabra a oídos de sus primeros discípulos!; pero nosotros comprendemos bien su profundísimo significado. También leemos en Juan 2:25 «y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues El sabía lo que había en el hombre.»

La conversación de Jesús con Nicodemo está repleta de autoridad, majestad y omnisciencia divina. Basta con notar la declaración: «De cierto de cierto te digo que lo que sabemos (plural que nos recuerda el de Génesis 1:26) hablamos, y lo que hemos visto testificamos Y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? Nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo» [3]. Ciertamente, Jesús hizo claras alusiones a su omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia mientras estuvo aquí en la tierra, y varias veces las reveló ante los hombres.


 

[1] El texto de Miqueas 5:2, que consideramos en el cap. XXII de este libro, nos aclara mucho el profundo significado de esta declaración paulina. Parece que el Verbo revelador de la divinidad invisible había hecho manifiesto a Dios muchas veces, desde los días de la eternidad. pero en ninguna de sus anteriores theofanías se había identificado tan profunda e intensamente con una raza creada como lo hizo en favor del hombre al tomar carne humana, haciéndose siervo el que era Señor de todo.

 [2] «Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la APARIENCIA de Jehová» (Números 12:8). La versión griega de los Setenta traduce: «... y verá la FORMA -"morphe"de Jehová». Por tanto, ¿qué quiso significar Pablo cuando escribióque Cristo existía ya en FORMA de Dios? Cuando Moisés habló con Dios, vio la FORMA de Jehová. Pero si Cristo ya existía en FORMA de Dios, preguntamos: «Cuál fue la FORMA que vio Moisés? ¿La de Jehová Dios o la de Cristo Dios? Apelamos al buen sentido interpretativo del lector, confiando en que no le será demasiado difícil hallar la verdadera respuesta. La palabra que en griego se usa para indicar forma en el sentido de aspecto exterior y accidental es «skema».

 [3] Aun cuando esta última frase, «que está en el cielo:), no se encuentra en algunos manuscritos, es interesante observar que, desde el punto de vista gramatical, al decir Jesús «subió:) antes que «descendió:), y teniendo en cuenta que habla así con anterioridad a su ascensión al cielo, es evidente la implicación de que aquí no se trata de un ascenso físico, no se refiere a su ascensión corporal; y, por tanto, no cabe más que la idea de una presencia actual en los cielos mediante la cual podía Cristo dar testimonio de primera fuente de los misterios celestiales que estaba revelando a Nicodemo.

En todos los pocos casos de omisión del texto evangélico en manuscritos antiguos cabe siempre preguntarse si ello significa ausencia del texto en los originales, y por tanto interpolación, o bien una omisión de algún copista transmitida por los sucesivos. Tal omisión puede ser debida a un olvido involuntario, o bien voluntario, debido a ideas heréticas del copista o por parecerle demasiado misteriosa e incomprensible para los lectores el párrafo o palabra en cuestión. Es mucho más fácil, empero, la omisión involuntaria de alguna palabra o frase (y esto lo saben muy bien los actuales linotipistas que sustituyen a los pacientes escritores manuales de la antigüedad) que la interpolación, siempre voluntaria, por parte de aquellos escritores que tanto respeto tenían por los preciosos volúmenes que con veneración llamaban «Memorias de los Apóstoles:), que hasta algunos daban sus vidas para conservar tales manuscritos.

Por tales razones, ninguna omisión es argumento decisivo mientras el texto se halle en otros manuscritos, o en la mayoría: y por esto los editores bíblicos de todas las iglesias cristianas, sin excepción, no dudan en publicarlos, aun cuando hagan la observación de ausencia en ciertos manuscritos en nota al margen. Esta consideración se aplica, al igual que a la citada frase, a 1.a Juan 5:8, que los «Testigos de Jehová» aducen como prueba en contra de la doctrina de la Trinidad; así como a Marcos 16:9-19, a Juan 5:4, a Mateo 16:18-19, etc. Lo cierto es que la omisión de una frase o porción, en algunos manuscritos, no es ninguna prueba concluyente de doctrina. El sentido general del contexto, las referencias paralelas, o sea el conjunto de enseñanza de la Sagrada Escritura, es lo que tiene autoridad para fijar el sentido del pasaje, y en este caso la expresión «que está en el cielo:) es bien lógica y parece desprenderse de todo el contexto. La expresión paralela: «Allí estoy yo en medio de ellos», de Mateo 18:20, que indica igualmente omnipresencia, no se halla omitida en ningún manuscrito.

Si buscas conocer sobre Apologética, te recomiendo visitar EDF APOLOGETICA

¿Debemos Adorar a Jesucristo?

por Juan Valles 

El término “adoración” es algo que sugiere reverencia absoluta, y debe ser ejercida hacia Dios. En la Biblia hallamos numerosos ejemplos donde se le tributa a Dios la adoración que se merece, y hallamos también que a Cristo se le atribuye la misma acción, y es eso lo que venimos a tratar a través de este sencillo estudio.

Definiendo un poco lo que es adoración, hallamos que es un culto que se rinde a Dios, una reverencia que puede expresarse por medio de alabanzas, oración, fiestas, acción de gracias, sacrificios, etc.

En el antiguo testamento se halla una advertencia muy dura, la cual los judíos debían cuidarse de obedecer. Específicamente en el libro de Éxodo podemos ver a Moisés hablando con Jehová, el cual le da la siguiente instrucción: “Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es.” (Ex 34:14).

Puede que usted no comprenda el valor de estas palabras. Dios dice que no debe postrarse ante nada ni nadie, pues eso le causa celo a Dios. El motivo es muy simple: el hecho de inclinarse o postrarse ante alguien expresa adoración.

Es interesante que en la Biblia, el término griego que se traduce por adoración es “proskuneo”, una palabra que significa inclinarse, postrarse, adorar, o reverenciar. Para complementar esta información, Vine dice que esta palabra significa “hacer reverencia, dar obediencia a (de pros, hacia, y kuneo, besar). Es la palabra que con más frecuencia se traduce adorar.”

Ahora bien, esta palabra se usa para expresar la adoración a Jehová, hallándose en muchas citas. No obstante, esta palabra se usa también para destacar la adoración a Jesucristo, lo cual no es bien visto por algunos grupos sectarios, ni por algunos que se consideran cristianos.

Por citar un ejemplo, la Biblia de los testigos de Jehová ha cambiado todas las citas donde a Jesucristo se le rinde adoración, y ha cambiado la palabra “adoración” por “rendir homenaje”. La razón por la cual ellos han cambiado esto es obvia: ellos no creen que Jesucristo es Dios, y como la adoración debe tributarse a Dios, entonces ellos han hecho esta sustitución en el texto que cambia radicalmente el sentido del mismo. Ellos se excusan en que el término “poskuneo” sugiere reverencia, homenaje, y por eso lo cambiaron porque no aceptan la Deidad de Cristo.

Pero es necesario dejar a la Biblia que diga lo que diga, y no lo que nosotros queremos que diga. Entonces, cuando se usa la palabra “proskuneo” para Jehová Dios lo traducen como adoración, pero la cambian cuando el término se refiere a Jesucristo ¿traducen homenaje? ¿No debieran ser más justos en esto? O traducen homenaje tanto para Jehová como para Jesús, o traducen adoración. ¿Sí o no?

Pero la Biblia es rica en cuanto a conocimiento, y el Dios Eterno no permite que disfracen nada en Su Palabra, de tal manera que los ejemplos abundan para la Deidad de Cristo y su consecuente adoración.

Vamos a citar unos ejemplos sobre esta palabra. En el libro de los Hechos, vemos cómo se usa el término “adoración”. Cito textualmente el pasaje: “Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre.” (Hechos 10:25,26)

Una de las excusas que presentan los testigos de Jehová para no colocar “adoración” en el texto, es que consideran a Jesús un semi Dios o algo similar. Dicen que la adoración es un acto exclusivo a Dios, y por lo tanto, ningún ángel ni hombre puede recibirla, de tal manera que a Jesús lo privan de recibir lo que merece por derecho y justicia. Pero, si esto fuere así, ¿por qué no cambiaron la palabra cuando se refiere a Pedro, a sabiendas de que Pedro también es un hombre?

No obstante, hay detalles más importantes a discutir a través de este texto. Fíjese que el pasaje dice claramente acerca de Cornelio: “y postrándose a sus pies, adoró.” ¿Qué quiere decir esto? El hecho de postrarse ante alguien sugiere adoración. El mismo Jehová exhorta a no inclinarse ante nadie, pues una acción como ésa expresa adoración: “Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es.” (Ex 34:14)

Ahora bien. Cornelio, con sólo postrarse, adoró a Pedro. ¿Ofrecen las Escrituras algo similar? Sí. En el Apocalipsis vemos al apóstol Juan ante un ángel, y Juan intenta hacer lo mismo que nuestro amigo Cornelio: “Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.” (Apocalipsis 19:10)

La respuesta del ángel es iluminadora: “adora a Dios”. (Ver también Ap 22:8). Vemos que la respuesta de Pedro y la del ángel son básicamente la misma: “no podemos adorar hombres, sino a Dios”. ¿Sucedió así con Jesucristo?

“Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero… y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. (Ap 5:8-10).

¡Extraordinario! Ya no se nos dice que sólo podemos postrarnos ante Cristo sino que también podemos alabarle! ¡En el cielo, las criaturas se postran ante Jesús y le cantan!

Alguien pudiera decirme que sólo le rendían homenaje, pero considerando lo celoso que es Dios: “Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es.” (Ex 34:14). ¿Será entonces posible que se estén postrando ante Cristo realmente? ¿O es que es entonces falsa la cita de Jehová?

Lo más impresionante de todo ese pasaje ocurre en el verso 14, donde se nos dice que nadie se queda sin alabar, ¿sabe usted a quíen? Observe:

“Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.”

Jesucristo comparte le Gloria que sólo le pertenece a Jehová, y ambos reciben Gloria, Alabanza, Honra y poder por los siglos de los siglos! ¿Qué otra necesidad tenemos de encontrar otra cita que se nos diga que a Cristo se le adora si aquí tenemos un momento extraordinario en la historia de la humanidad! ¡Aquí está la Deidad hallada con su creación y disfrutando de la adoración tributada por todo lo creado!

Siguiendo con nuestro estudio, ¿hay algún otro paralelismo? Sin duda. El apóstol Juan fue muy explícito con los filipenses cuando escribió: “para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:10,11).

Con un pasaje como ése, ¿será que Pablo no sabía que si alguien se inclina de rodillas ante Jesús lo estaba adorando? ¿Cómo pues, es posible que Pablo diga tal cosa? Pablo no sólo está afirmando que a Jesucristo podemos adorarle, sino que lo identifica con Jehová, pues toma lo que Jehová dijo para sí y se lo aplica a Jesucristo: “Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua.” (Is 45:23) ¡Extraordinario!

Entonces, ¿por qué hay quienes no adoran a Jesús? Sencillamente no quieren aceptar el hecho de que Jesús es Dios.

En Mateo 14:33 dice: “Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.” En Juan nos habla Jesús: “…para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.” (5:23). El escritor de Hebreos es explícito: “Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios.” (Heb 1:6). En Mateo 8:2 el leproso se postró ante Jesús. En el mismo libro vemos a Jairo postrándose ante Jesús (9:18). En el capítulo 15 verso 25 se nos dice que la mujer cananea se postró ante Él. Hasta la madre de Juan se postró ante Jesús (Mt 20:20). Acerca del ciego que había sido sanado se nos cuenta: “Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. (Jn 9:38). Luego de la resurrección, mateo nos habla acerca de las mujeres que le vieron: “he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.” (Mt 28:9).

Para culminar nuestro estudio, bastará con detallar bien el término griego “proskuneo”. Para ello, apelo a la autoridad de Vine, cuyo diccionario es frecuentemente utilizado por la sociedad Watchtower de los testigos de Jehová para apoyar sus teorías (Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, (Nashville: Editorial Caribe) 2000, c1999.), quien nos cuenta que el término significa: “hacer reverencia, dar obediencia a (de pros, hacia, y kuneo, besar). Es la palabra que con más frecuencia se traduce adorar.

Por ello es que cuando se habla de postrarse, inclinarse, arrodillarse ante alguien, estamos en presencia de un intento de adoración, pues el término está compuesto de “pros” que significa “hacia”; y “kuneo” que se traduce por “besar”. Es la palabra que más se traduce por “adoración”, tanto, que se usa para Jehová Dios, para Cristo, al dragón, por parte de los hombres (Ap 13.4); a la bestia, su instrumento humano (Ap 13.15; 14.11; 16.12); a demonios (Ap 9.20); a ídolos (Hch 7.43). Entonces, si fuera cierta la excusa que suelen presentar los testigos de Jehová de que cuando se usa “proskuneo” para Jesucristo no lo traducen adorar porque no lo consideran Dios, ¿porqué razón es que a Satanás si le traducen el término tal como significa: “adoración”? Si usted es testigo de Jehová puede verificar lo que digo en las citas que acabo de citar arriba.

Entonces, ¿qué nos queda por hacer? Seguir el ejemplo de toda la creación: “Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero…” Así que adoremos a Jesucristo con toda libertad, sin importar lo que digan las sectas. Recordemos las palabras de Nuestro Salvador: “…para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.” (5:23).