Blogia
Apologetica Cristiana

La Igualdad entre el Padre y el Hijo de Dios II


“Jesús les dijo: --De cierto,  de cierto os digo: Antes que Abraham fuera,  yo soy” (Jn 8:58)

¿Qué está diciendo Jesús con esto? Pareciera, a simple vista, un error verbal; pareciera que Jesús no está muy bien ubicado con respecto a los tiempos verbales. ¿Por qué en el verso siguiente los fariseos reaccionan de esta manera: “Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo y,  atravesando por en medio de ellos, se fue” (v.59)? ¿Qué hay aquí para explicar este hecho? Sin duda mucho, y muchos siglos de historia con respecto a tan sublime declaración. Jesús simplemente estaba afirmando llamarse igual que el Dios Eterno, que Jehová Rey de los judíos, el Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Jesús simplemente afirmó ser el Yo Soy.

Puede que a nuestros ojos esta declaración no tenga mucho sentido debido a la falta de identificación con éstos términos y con la cultura judía. Pero si nos vamos a la Biblia, específicamente al libro de Éxodo 3:14,15, vemos a Jehová hablando con Moisés. Y en medio del diálogo, Moisés pregunta:

“-Si voy a los hijos de Israel y les digo: "Jehová,  el Dios de vuestros padres, me ha enviado a vosotros",  me preguntarán: "¿Cuál es su nombre?" Entonces  ¿qué les responderé? Respondió Dios a Moisés: -"Yo soy el que soy". Y añadió: -Así dirás a los hijos de Israel: "Yo soy me envió a vosotros".

En un claro e infructuoso intento de ocultar la verdad, los antagonistas dicen que esto no es lo que debemos entender aquí, y con muchas maniobras han querido cambiar la interpretación del texto. Incluso, hay quienes han alterado el texto a su conveniencia. Pero, si no hemos de entender lo que la clara evidencia nos muestra, ¿qué hemos de creer, que Cristo no es tan Dios como Jehová? Campbell nos ilustra con su comentario al decir:

“Es perfectamente claro que nosotros también debemos entender que la expresión “Yo Soy,” (eimi) tenía como finalidad declarar la absoluta deidad de Cristo por el hecho de que él no intentó dar explicaciones. Él no procuró convencer a los judíos de que ellos le habían entendido mal, sino que más bien él repitió la afirmación varias veces en repetidas ocasiones.” [11]

 ¿Hay quien, a pesar de la evidencia, no quiera reconocer los hechos? Sí, y siempre habrá quien la rechace incluso con toda la evidencia del planeta. Por ejemplo, los testigos de Jehová han modificado el texto de sus biblias, donde se puede leer: “antes que Abraham fuera, yo he sido”.  Ante este hecho, ellos creen haber encontrado manera eficaz de huir a la vedad, pero su propia traducción los acusa, pues en Juan XX hallamos la misma expresión ego eimi la cual han traducido perfectamente por Yo Soy. ¿Por qué aquí en Juan 8:58 la han vertido por Yo he sido queriendo aludir con esto que Cristo fue creado? Pero para lector honesto no cabe ninguna duda de la realidad del verbo eimi, un verbo donde el tiempo no tiene cabida, sino que expresa un eterno ser o estar.

 A.T. Robertson no duda en destacar que “es indudable que aquí Jesús proclama su existencia eterna con la frase absoluta que se emplea de Dios. El contraste entre genesthai (la venida de Abraham a la existencia) y eimi (el ser atemporal) es absoluto.” [12]

 De manera similar se puede ver el comentario en la Biblia de Estudio Plenitud, donde dice:

El verbo debe ser traducido como «naciera», indicando que la vida de Abraham tuvo un comienzo específico. Esta afirmación contrasta con el «Yo soy» de Jesús. En otras palabras, Él no tuvo principio, sino que es el eterno presente.” [13]

 Mientras que Warren, en su libro “Bosquejos Expositivos de la Biblia, AT y NT”, nos dice:

Jesús afirmó ser Jehová Dios cuando dijo: “Antes que Abraham fuese, YO SOY” (véase v. 58; también Éx 3.14). En el versículo 24 también dijo: “Porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”. En el versículo 28 dijo: “Cuando hayáis levantado [en la cruz] al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy”. La mentira de Satanás es que Jesucristo no es el Hijo de Dios (véanse 1 Jn 2.22; 4.1–3). Es imposible honrar a Dios y al mismo tiempo deshonrar al Hijo (5.23).” [14]

 No hay duda de que Cristo afirmó ser Dios de una manera absoluta, sin limitaciones de ningún tipo ni con menos divinidad que el Padre. Al pronunciar el nombre Divino, y autoproclamarse como el Yo Soy del Antiguo Testamento, estamos persuadidos que el propósito del Señor en cuanto a su identidad no es la de hacernos creer que es un ser angelical ni una criatura divina, y menos un Dios subyugado e inferior a la Deidad. Cristo no nos dejó esa opción, y sus reiteradas afirmaciones lo comprueban. ¿Qué pues diremos? ¿Hay alguna salida para las sectas a fin de que escapen de la verdad? No, no hay maniobras interpretativas de ninguna índole. Y las palabras de Henry Alford a este respecto son idóneas: “toda exégesis desprejuiciada de estas palabras debe reconocer en ellas una declaración de la preexistencia esencial de Cristo.” [15]

 

 Juan 10:30

"El Padre y yo uno somos."

En Juan 10:30 hallamos otra afirmación propia de la Deidad del Señor, donde  reclama su perfecta igualdad con el Padre. El erudito William Barclay lo vierte de la siguiente forma: “El Padre y yo somos una misma cosa”.

 Esta declaración no debe ser pasada por alto, pues constituye toda una muralla contra las ideas arrianas. En la teología del henoteísmo es imposible la igualdad entre el Padre y el Hijo, pero es precisamente igualdad lo que resuena aquí con toda la autoridad de Dios. Vemos al Hijo de Dios estableciendo lo que otros llaman “unidad de propósito y esencia”. Imagine, nadie en su sano juicio llegaría a decir que es una unidad con el Eterno Creador del Cosmos, que es Uno en propósito; porque a decir verdad el ser humano no es semejante a su Creador en ningún aspecto posible. Pero Jesús lo dijo, de una forma clara e irrefutable, y en una cultura como la de su tiempo, famosa por su celo y devoción al Único, al Eterno, cansada de escuchar y leer: “Oye Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová Uno es” (Dt 6:4) ¡Qué declaración más sorprendente!

 Pero estas palabras han causado tal desarmonización y contradicción en las ideas doctrinales de las sectas que han tratado de hacer malabares con la Escritura, a fin de explicar razonablemente este hecho acordemente a sus doctrinas. Para ello acuden al pasaje de Juan 17:11 donde se expone la misma palabra que aquí se traduce como “Uno”. La famosa oración de Jesús por sus discípulos ha sido tomada como la “bandera” de las sectas para tapar la solemne declaración de igualdad del Verbo de Dios. El texto dice textualmente: “Padre santo,  a los que me has dado,  guárdalos en tu nombre,  para que sean uno,  así como nosotros.” Aquí se trata de establecer un paralelismo afirmando: así como Jesús es uno con el Padre, los creyentes son uno con Jesús; entonces no afirma esto que se hable de esencia o unidad de ser, sino de propósito u objetivo.

 Pero esto limita cabalmente el sentido de la Escritura. Es perfectamente posible que Jesús sea uno con sus creyentes a razón de la dualidad de naturalezas presentes en él, cosa que lo hace un mediador; pero es imposible que un ser humano sea uno con Dios.

 A esta misma conclusión debe haber llegado Robertson, al decir:

“Los fariseos habían acusado a Jesús de hacerse así mismo igual a Dios como su propio y peculiar Padre (Jn 5:18) Entonces Jesús lo admitió y pasó a demostrar razones para esta declaración (5:19-30)

Ahora lo declara claramente en este gran dicho repetido posteriormente (17:11,21) Esta tersa afirmación es la culminación de las reivindicaciones de Cristo acerca de la relación entre el Padre y él mismo (el Hijo) Agitan a los fariseos hasta una cólera incontrolable.” [16]

 Otro argumento a favor de la igualdad del Padre y el Hijo que ningún sectario ha podido refutar es el hecho del contexto que protege a nuestro verso de estudio. Jesús viene hablando de sus ovejas, de los que le pertenecen porque le creen, y nos da la clave de todo este asunto: “Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco,  y me siguen; 28 yo les doy vida eterna y no perecerán jamás,  ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre,  que me las dio,  mayor que todos es,  y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 30 El Padre y yo uno somos.”

 Observe cómo Jesús va hablando hasta llegar al punto culminante donde declara su igualdad con el Padre. Primero dice: “Mis ovejas oyen mi voz…” Luego añade algo inesperado: “…nadie las arrebatará de mi mano.” (v.28) Lo que sigue simplemente debió causar asombro en sus oyentes: “… nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” (v.30). ¿Qué quiere decir con esto? ¿Por qué dice primero que las ovejas están en su mano y luego dice que están en las manos del padre? Finalmente lanza la máxima de su igualdad y razón por la cual nadie arrebatará las ovejas de su mano ni la de el Padre: “El Padre y yo uno somos” (v.30)

 Es innegable este hecho de la igualdad; y es digno de notar la intensidad de la declaración que la reacción de los judíos fue extrema: “Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearlo” (V.31) No fue ninguna idea vaga sin importancia lo que expresó Jesús, ¿no le parece? A esto se refiere Roberto Anderson cuando dice:

“Pero ninguna evidencia confirmatoria es más convincente que la de los testigos hostiles. El hecho de que el Señor presentó aseveraciones de deidad está innegablemente establecido por la acción de sus enemigos. Debemos recordar que los judíos no eran una tribu de salvajes ignorantes, sino un pueblo de gran cultura e intensamente religioso…” [17]

 El comentario de la Biblia de estudio “Diario Vivir” es idóneo al decir:

“Esta es la declaración más clara de su divinidad que Jesús haya expresado jamás. Jesús y su Padre no son la misma persona, pero en esencia y naturaleza son uno. De aquí que Jesús no es un simple buen maestro: Él es Dios. Esta declaración no dejaba lugar a dudas. Los líderes religiosos deseaban matarlo porque sus leyes decían que cualquiera que proclamase ser Dios debía morir. No había nada que pudiese persuadirlos de que la declaración de Jesús era verdad.” [18]

 No hay duda de que el mensaje de Jesús fue explícito: es Dios, y es igual al Padre. El Hijo de Dios es igual a Su Único y peculiar Padre.

  

¿Qué de Juan 14:28?

Para deshacerse de toda esta evidencia, nunca falta quienes vendrán con el pasaje de Juan 14:28 bajo la manga como si de una sorpresa final se tratara. Aquí Jesús dice de modo muy abierto que el Padre es mayor que él. Veamos el pasaje:

“Habéis oído que yo os he dicho: "Voy,  y vuelvo a vosotros". Si me amarais,  os habríais regocijado,  porque he dicho que voy al Padre,  porque el Padre mayor es que yo.”

 Antes de comenzar con las evidencias a favor de la igualdad del Hijo y el Padre, es necesario destacar que el término “Dios” no es una identidad sino una naturaleza. Dios es Dios no porque así se llame, sino por su naturaleza. Pablo habla sobre esto cuando dice “Ciertamente,  en otro tiempo,  cuando no conocíais a Dios,  servíais a los que por naturaleza no son dioses…” (Gal 4:8)

 Cuando el faraón instituyó a José como segundo en Egipto, le dijo: “Tú estarás sobre mi casa y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo;  solamente en el trono seré yo mayor que tú.” (Gn 40:41) Fíjese que Faraón sería mayor que José sólo en oficio, mas no en naturaleza, pues ambos son humanos. En este texto no se nos dice que Faraón es más humano que José, pues sería absurdo. Lo que sí se nos dice es que Faraón tiene un oficio diferente al de José, y dicho oficio o función es mayor a la de José; pero ambos son humanos. Incluso, si se tratara de un elemento puramente espiritual podríamos decir que José era mayor que faraón ante los ojos de Dios, pues a pesar de que Dios no hace acepción de personas, era del pueblo escogido de Dios. Pero el término aquí sólo es comparable en cuanto a la naturaleza de los implicados. Entonces, ¿qué se trata de alegar con Juan 14:28?

 A.T. Robertson destaca:

“La relación filial hace esto necesario. No hay distinción de naturaleza o esencia en la Trinidad. No hay aquí ni arrianismo ni unitarismo. La misma explicación que da aquí es prueba de la Deidad del Hijo (Dods)” [19]

 Entonces no tienen excusa los antagonistas: el que tiene el Hijo tiene al Padre. Si Ud. no honra al Hijo como honra al Padre, tampoco puede honrar al Padre. Y si no cree que Jesús es el gran Yo Soy, entonces no hay remedio para sus pecados, y ellos serán su ruina y condenación…

 

 

 

[11] Campbell, citado en Mc Dowell, Evidencia que exige un veredicto, pag. 96.

[12] Robertson, A.T. Imágenes Verbales del Nuevo Testamento; pag 184.

[13] Hayford, Jack W., General Editor, Biblia Plenitud, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1994. (versión electrónica)

[14] Wiersbe, Warren W., Bosquejos Expositivos de la Biblia, AT y NT, (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, c1995. (versión electrónica)

[15] Henry Alford en Mc Dowell, Evidencia que exige un veredicto, pág. 96

[16] Robertson, A.T. Imágenes Verbales del Nuevo Testamento; pag 212.

[17] Roberto Anderson citado en Mc Dowell, Evidencia que exige un veredicto, pág 94.

[18] Barton, Dr. Bruce B., Editore, Biblia del Diario Vivir, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1996.

[19] Robertson, A.T. Imágenes Verbales del Nuevo Testamento; pag 283.

 

Atrás

0 comentarios